Visita del Emperador Carlos V

Capítulo 4º

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Nada confortaba tanto a la resignada Doña Violante Calderón de la Barca, como lo hacían los divertidos relatos familiares de tiempos pasados; aquellos recuerdos del hogar matriarcal, aun quedando muy lejanos, permanecían intactos en su prodigiosa retentiva.

Ramonín pensaba que, “con tantas vivencias en la cabeza”, a su madre, no le servían de nada si no conseguía exteriorizar ninguna. LLevaba años sin que sus delicados labios pronunciaran una sola sílaba.

Gracias a los mimos y al amoroso trato de las abuelas en el cuidado de los tiernos retoños, en las prolongadas ausencias de sus padres, durante las que les contaban, oralmente, sin perder ningún matiz, tradiciones de la historia barquereña, pudieran conocer desde bien pequeños dichas ancestrales costumbres.

Así lo había vivido desde la niñez Doña Violante, como envuelta en una carpa de circo; de aquella manera pudo diferenciar hasta donde llegaba la fantasía e imaginación de su adorada predecesora, y en que momento empezaba la realidad de los hechos. Por la noche, al apagarse las velas de los candelabros, cuando escuchaba las crónicas de su ascendiente, siempre con agradable voz, los ojos de Violante pronto se cerraban, pasando la niña al mundo de los sueños...........................