El Campanero de Meruelo

Capítulo 6º

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Al deslizar Ramonín el cerrojo por la manilla, y rozar entre sí los viejos hierros, se escuchó un chirrido, cayendo una nubecilla de polvo amarronado de la oxidada tranca. No había empezado a abrir el portón cuando, sin mirar atrás, dio un grito: ¡Madre! ¿Sabe quién ha venido?... La santera de Serdio.

Maruchiña, la bruja, como era conocida en estos lares, entretenía más que curaba y, aunque estaba enfrentada a la medicina tradicional, no le faltaba clientela que, escondiéndose de las miradas críticas, la visitaban al anochecer cuando el “cucu” cantaba. Sus consejos no dejaban de generar dudas, desconfianza y desprestigio en aquella sociedad.

Al rozar la contrapuerta de antigua madera y asimétricas tablas con las pulidas piedras del suelo, se oyó un sonido grave enmascarando la salmodia de la santera que, nada más entrar y mirando hacia la hamaca donde silenciosamente estaba reposando doña Violante, empezó a recitar: “Ai filla que pasou que non falas máis”.

El rostro de Maruchiña, prematuramente envejecido y arrugado, contrastaba con el potente tono de su voz. Al hablar, sus palabras salían suaves, dulces y con una leve reverberación que, sin perder de vista el cielo, parecía invocar a los espíritus del más allá. ....................